(Datos recopilados) Por:
Luis Manuel Pérez Boitel Abril 14, 2006
Mauricio Escuela, Julio 9, 2017,
Yoanka Dorta Rojas Noviembre 12, 2018
mas otros investigadores sobre esta historia.
Muy joven Alejandro se unió con Manuela Rodríguez, criada de la casa y negra. Esta relación fue condenada por la familia Caturla y la sociedad. Con solo 16 años, no era capaz de sostenerse económicamente y su padre no estaba dispuesto a sufragarle aquellas aventuras amorosas, pero sí una carrera universitaria.
En enero de 1923, llegó a la Habana, que lo deslumbró. Atrás quedó Remedios, con su catolicismo y las torres de las dos iglesias una frente a la otra detenidas en el tiempo.
En ese mismo año, Alejandro García Caturla comenzó a estudiar la carrera de Derecho Civil en la Universidad de la Habana para complacer a su padre. En 1924 fundó con sus condiscípulos, una orquesta con formato de jazz-band llamada Caribe. En ese año también ingresó en la Orquesta Sifonica. Aquel muchacho que había llegado de Remedios, estudiante de Derecho, encontró razones para defender y amar más lo afrocubano.
Entonces, creció un deseo incontrolable por Catalina, hermana menor de Manuela. Caturla amó a ambas mujeres y tuvo con ellas once hijos.
Una anécdota de su vida conyugal es contada por el escritor cubano Enrique Núñez Rodríguez, que añadimos para dar fe de lo antes dicho. El magistrado Alejandro García Caturla fue destacado al poblado de Quemados de Güines, en la antigua provincia de Villa Clara: El chofer regresó apenado ante el funcionario, quien le había mandado a recoger a su esposa e hijos. “Señor, le dijo, en el tren sólo llegaron una negra y sus negritos”. García Caturla, desde su piel blanca y el sillón de juez, contestó, “Precisamente esos eran mi señora y mis hijitos”.
Él había llegado primero al pueblo. Unos días más tarde envió al chofer a que recogiera a su familia en la estación. Los prejuicios raciales jugaron una mala pasada al empleado, quien tuvo que volver a la estación y presentar sus disculpas a la negra y los negritos.
Teresa García Caturla, (Teté) la hija menor del músico Alejandro García Caturla, En la foto de abajo, mas hijos: Sofia al Piano, Ramón, Teté en la Conga, y Lourdes al Bajo.
En 1925, Alejandro se incorporó a la Orquesta Filarmónica y su director Pedro Sanjuán Nortes quien le impartía entonces clases de armonía, composición e instrumentación. Por esta época los maestros italianos Tina Farelli y Arturo Bovi guiaron su voz de barítono atenorado en la Academia de Canto de La Filarmónica Italiana.
La revista Social publicó la partitura de su Danza Lucumí, que luego formó parte del tríptico orquestal, Tres danzas cubanas.
En la música de Caturla el orden es violencia y fuerza, una libertad que pudiera ser bárbara y primitiva si no tuviera límite en la propia capacidad sensual de su autor. Con tales virtudes o anti-virtudes tiene que juzgarse la música de Caturla: el análisis armónico, las reglas del contrapunto y las fórmulas de composición son de poco o ningún valor para medir con ellas esta música. Detrás de una melodía criolla o de un canto africano, están agazapadas las más terribles disonancias, dentro de formas anárquicas que no obedecen a ningún plan tonal ni caben en los marcos de la composición, clásica o moderna.
Caturla tuvo, desde el principio, una manera muy particular de sentir el folklor de la isla. Impermeable a la tradición hispánica –Manuel de Falla no ejerció influencias sobre él-, estudiaba con apasionado interés la producción de los compositores cubanos del siglo XIX, teniendo un verdadero amor por Manuel Saumell y por Ignacio Cervantes. Le atraía poderosamente aquella música, hecha de una lenta fusión de elementos clásicos, de temas franceses, de remembranzas tonadillescas, con ritmos negroides forjados en América. Su última obra, una admirable “Berceuse campesina”, para piano, es un reflejo de estas preocupaciones. En una composición de una sorprendente unidad de estilo, logró una síntesis melódica y rítmica de lo guajiro y de lo negro –tema guajiro, ritmo negro— por un proceso de asimilación total de dos tipos de sensibilidad puestos en presencia. Como lo guajiro, por su monotonía e invariabilidad, no podía brindarle una materia rica, construyó una melodía propia, abierta sobre dos octavas, absolutamente incantable, y que tiene, sin embargo, un sorprendente perfume de autenticidad, sin observar el metro ni el ritmo de son logró un milagroso equilibrio entre dos géneros de música que nunca soportaron la más leve fusión en varios siglos de convivencia.
El juez que conoció la miseria humana
Ya graduado, Alejandro retornó a Remedios. En la fachada de la casa familiar, frente al parque José Martí, colocó una tarja que decía: Dr. García Caturla, abogado. Pronto todos supieron de la rectitud del joven, en una profesión que alternó con la composición y la escritura de cartas a sus amigos de La Habana, sobre a todo Carpentier. Por ese tiempo, sus piezas afrocubanas ya se daban a conocer y en las revistas aparecían artículos elogiosos sobre él.
En 1927, al regresar a su ciudad natal tras graduarse de abogado en La Habana, se dedicó a la tarea de fundar, animado por los mismos empeños musicales que movían a Alejo Carpentier y a Amadeo Roldán con quienes había trabado amistad durante su estancia en La Habana, una Orquesta de Cámara en Remedios, entregado de lleno a tratar de llevar adelante un nuevo modo de hacer música. La Orquesta de Cámara que fundó estrenó en Abril de 1927 su Obertura cubana, obra enraizada en lo más puro de la música cubana. Al calor del influjo que ejercían los minoristas con sus postulados renovadores, a algunos de cuyos miembros pudo conocer mientras estudiaba en La Habana. La Orquesta de Cámara que fundó estrenó en Abril de 1927 su Obertura cubana, obra enraizada en lo más puro de la música cubana. Al calor del influjo que ejercían los minoristas con sus postulados renovadores, a algunos de cuyos miembros pudo conocer mientras estudiaba en La Habana.
En Octubre de 1927, fundó en Remedios, un pequeño periódico, de vida efímera, titulado precisamente Los minoristas. Sólo apareció un número, en el cual vio la luz su primera crítica musical. Un año despues se presentó como pianista en el teatro La Caridad, de Santa Clara.
Fue colaborador de las revistas Musicalia y la Revista de Avance; esta última representó las preocupaciones vanguardistas de la intelectualidad cubana en los años veinte del pasado siglo a la que Caturla estuvo unido al incorporar los ritmos e instrumentos afrocubanos a la orquesta sinfónica. Asistió a las puestas del Ballet Ruso y el Ballet Español.
En París editó sus Danzas Lucumí y Del tambor. El encuentro con el compositor Edgar Varese y con el escritor Louis Aragon, las funciones del ballet, los conciertos, son momentos inolvidables. Aun así, el 25 de octubre volvió a Cuba.
Joaquín Turina
(Sevilla, 1882 – Madrid, 1949) Compositor español. Sus primeros estudios musicales los llevó a cabo en su ciudad natal y, posteriormente, en Madrid. Desde 1905 hasta 1914 residió en París, y fue alumno de Moszkowski y de Vincent d’Indy, en la Schola Cantorum.
Desde 1927 Caturla había desplegado su labor como juez paralelamente a la música. En 1929 fue nombrado Juez Municipal de Caibarién y también Hijo Eminente y Distinguido por el Ayuntamiento de Remedios. En 1933, Juez Municipal de Ranchuelos. Expuso el Proyecto Laredo Bru sobre el nuevo código penal y tomó posesión del cargo de Juez Municipal de Palma Soriano.
En 1936 finalizó un proyecto de ley sobre la creación de juzgados correccionales de tercera clase; tuvo lugar el juicio seguido a personas y entidades dedicadas al juego ilícito, a quienes condenó. Multó al administrador norteamericano del central Miranda y fue agredido en su casa, aunque resultó ileso. En 1937 tomó posesión del nuevo cargo como juez municipal en Quemado de Güines. En 1938 tomó posesión como Juez de Instrucción de Remedios. En 1939 formó Sala en la Audiencia de Santa Clara como Magistrado interino. En 1940, los presos de la cárcel de Santa Clara reclamaron su intervención contra los desmanes del director de la misma y lo llamaron “juez justiciero”. La Audiencia de Santa Clara aceptó su sentencia sobre la no sancionabilidad de los menores delincuentes.
Realizaba visitas de inspección a los juzgados de la comarca. Escribió al Ministro de Defensa Nacional solicitando garantías para su vida y la de su familia, pues se planeaba su muerte por miembros del ejército y la policía de ese distrito. Envió un telegrama al Tribunal Supremo denunciando la amenaza de muerte sobre su persona. Cuando regresó a Remedios el 12 de noviembre, fue asesinado a balazos por un escolta de la cárcel de esta ciudad, a quien le había radicado causa para su elevación a la Audiencia de Las Villas.
Como habiamos narrado ya. De un primer atentado a tiros en Palma Soriano escapó ileso el juez Caturla. No así de un segundo, en suelo natal. El homicida (un custodio de la cárcel), seguramente inconsciente de la trascendencia de su acto brutal, ejecutaba un doble crimen: el del funcionario judicial intachable y el del músico que tenía el temperamento musical más rico y generoso aparecido en la isla, según la autorizada opinión de Alejo Carpentier, calificativos, ambos, a los que muy pocos pueden aspirar cuando se han vivido sólo 34 años.
Como jurista luchó contra la injusticia. Así ganó una porfía contra McNamara, padre del futuro político norteamericano Robert McNamara, establecido en Caibarién. En Ranchuelo defendió a los obreros de la fábrica de cigarros contra sus dueños, los hermanos Trinidad. También hizo lo mismo con los jornaleros de la región central, a quienes se les pagaba con bonos y no con dinero.
Caturla propuso varias reformas a los códigos por entonces vigentes. Entre estas, sobresalió su proyecto de legislación para regular las sanciones a los menores de edad, medida que adecentaría dicho proceder en la Isla. Su mayor combate fue contra el juego, mal que por entonces abundaba en la sociedad.
El 17 de octubre de 1940, Alejandro juró fidelidad a la nueva Constitución. Apenas dos meses después, debió solicitar garantías para su vida, pues recibió amenazas de la policía y el ejército. Lo tildaban de “negrero”, inmoral, engreído.
Y llegó el silencio.
En 1940, los presos de la cárcel de Santa Clara reclamaron su intervención contra los desmanes del director de la misma y lo llamaron “juez justiciero”. La Audiencia de Santa Clara aceptó su sentencia sobre la no sancionabilidad de los menores delincuentes. Realizaba visitas de inspección a los juzgados de la comarca.
Escribió al Ministro de Defensa Nacional solicitando garantías para su vida y la de su familia, pues se planeaba su muerte por miembros del ejército y la policía de ese distrito. Envió un telegrama al Tribunal Supremo denunciando la amenaza de muerte sobre su persona.
Era fácil matar a Caturla, porque hacía el mismo recorrido diario: de su casa al juzgado; de allí al correo para buscar las cartas que lo mantenían al tanto del mundo artístico y de vuelta a la casa. Las mismas calles, la misma esquina.
Cuando regresó a Remedios el 12 de noviembre, fue ultimado a balazos por un escolta de la cárcel de esta ciudad, a quien le había radicado causa para su elevación a la Audiencia de Las Villas.
No dejaba de componer todas las tardes. A través de las ventanas de su estudio, miraba a las calles Maceo e Independencia. En esa encrucijada, el 12 de noviembre de 1940, lo abordó el conocido maleante de nombre Argacha Betancourt, a las seis y treinta de la tarde. La discusión entre ambos fue breve y unos disparos acabaron con la vida del musico abogado. Alejandro García Caturla falleció ese 12 de noviembre de 1940, al ser tiroteado por el matón que lo había amenazado para que no lo acusara en un juicio, a lo que el músico respondió que cumpliría con la justicia.
El asesino corrió y entró en el cuartel de Remedios, donde recibieron con júbilo la noticia. Silvino García se desmayó al enterarse. Ni él ni Diana jamás pudieron recuperar la salud. En toda la Isla, los intelectuales se pronunciaron en contra del suceso.
Los diarios de la época reflejan la muerte de Caturla.
Su cadáver recorrió la ciudad en medio de la multitud. En Caibarién se colocó una tarja en el lugar del asesinato, como homenaje a un gran creador. Una de las últimas obras compuestas, “Berceuse campesina” anunciaba la unión entre lo negro y lo campesino, la síntesis de lo nacional. Ese mismo día fatídico, 12 de noviembre, desde Londres la BBC rindió un minuto de silencio a Alejandro García Caturla.
El 13 de noviembre de 1940 tuvo lugar su entierro, en el que participaron las bandas de Remedios, Caibarién y Vueltas.
Bárbara Sánchez (Abibe) cuidó de Alejandro García Caturla desde niño, en su natal San Juan de los Remedios.
En junio de 1975 Bárbara Sánchez de 85 años de edád, reveló por primera vez a la prensa pasajes inéditos sobre Alejandro García Caturla, el músico, abogado y juez remediano del cual cuidó desde niño y a quien permaneció atada hasta el mismo día en que un matón le quitó la vida. En el aniversario 109 del natalicio del ilustre remediano, reproducimos el testimonio de esta mujer que nació y vivió casi un siglo en la pronto cinco veces centenaria villa de San Juan de los Remedios. «Era muy él mismo» Cuando mataron a Alejandrito se acabó la casa de los Caturla. Allí nunca más sonrió nadie ni se volvió a escuchar el piano». Tenía todo muy ordenado y no gustaba que nadie le tocara sus libros y mucho menos sus papeles. Aunque tenía quien le hiciera las gestiones, por ejemplo ir al correo, él personalmente buscaba la correspondencia. Decía que para dar un paseíto y estirar las piernas.
Su Legado:
Su arte es una síntesis de nacionalidad y universalidad, de tradición y actualidad. Mezcló sabiamente los postulados de la vanguardia musical europea con los ritmos cubanos. Las obras sinfónicas de Caturla han sido ejecutadas por orquestas significativas de distintos países bajo la dirección de prestigiosos directores.
Su muerte ensombreció una vida cargada de sueños, que legó una obra musical que sintetiza de forma excepcional lo nacional y lo universal, lo negro y lo blanco, tambores, orquestas, violines y cencerros. Una mezcla única que incorporó al pentagrama sinfónico, los ritmos africanos que quedaron en su mente por los cantos con los que su Nana lo dormía, los toques de bembé y las rumbas callejeras de su pueblo.
Y esa fuerza natural quedó en Remedios para siempre como motivo inspirador de las nuevas generaciones de músicos y juristas de la villa. Aún en el viento remediano se escucha su “Berceuse Campesina”, su “Danza Lucumí”, su “Danza del Tambor”, porque su ímpetu creador, su estilo propio y la riqueza de su creación musical, renovadora y singular, se multiplican en la tierra que lo vio nacer y morir, y que cada año, el 12 de noviembre, le rinde homenaje. Es que Alejandro García Caturla es parte indisoluble de la Octava Villa como sus leyendas y sus tradiciones.
“Descanse en Paz tan insigne musico y letrado”.
Maestro: Alejandro Garcia Caturla
Datos Copiados de La Internet por: Ruben Rios “Mr. Pachanga“
Datos recopilados de la Internet, por Eduar’Designs
Montaje: Julián Eliúd Gonzalez